Allí comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová, tu Dios, por la buena tierra que te habrá dado.
»Cuídate de no olvidarte de Jehová, tu Dios, para cumplir los mandamientos, decretos y estatutos que yo te ordeno hoy;
no suceda que comas y te sacies, edifiques buenas casas y las habites,
cuando tus vacas y tus ovejas aumenten, la plata y el oro se te multipliquen y todo lo que tengas se acreciente,
se ensoberbezca tu corazón y te olvides de Jehová, tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;
que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes venenosas y de escorpiones; que en una tierra de sed y sin agua te sacó agua de la roca del pedernal;
que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien,
y digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza”;
sino acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres, como lo hace hoy.
Como pecado de adivinación es la rebelión,
como ídolos e idolatría la obstinación.
Por cuanto rechazaste la palabra de Jehová,
también él te ha rechazado para que no seas rey.
»Seis cosas aborrece Jehová,
y aun siete le son abominables:
los ojos altivos, la lengua mentirosa,
las manos que derraman sangre inocente,
el corazón que maquina pensamientos inicuos,
los pies que corren presurosos al mal,
el testigo falso, que dice mentiras,
y el que siembra discordia entre hermanos.
Cuando llega la soberbia, llega también la deshonra;
pero con los humildes está la sabiduría.
Ciertamente la soberbia produce discordia,
pero con los prudentes está la sabiduría.
Los ojos altivos, el corazón orgulloso
y el pensamiento de los malvados, todo es pecado.
La soberbia del hombre le acarrea humillación,
pero al humilde de espíritu lo sustenta la honra.
Así ha dicho Jehová:
«No se alabe el sabio en su sabiduría,
ni en su valentía se alabe el valiente,
ni el rico se alabe en sus riquezas.
Pero cuando su corazón se ensoberbeció y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria.
«Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque recibirán la tierra por heredad.
»Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
—¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo:
—De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Así que cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;
porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano.
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano.”
Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.”
Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.»
porque ¿quién te hace superior? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.»
Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad, porque
«Dios resiste a los soberbios,
y da gracia a los humildes.»
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo.
»De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador.
Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca.
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.
Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.