¿Por qué te abates, alma mía,
y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios,
porque aún he de alabarlo,
¡salvación mía y Dios mío!
El corazón alegre embellece el rostro,
pero el dolor del corazón abate el espíritu.
El ánimo del hombre le sostendrá en su enfermedad,
pero ¿quién sostendrá a un ánimo angustiado?
Porque así dijo el Alto y Sublime,
el que habita la eternidad
y cuyo nombre es el Santo:
«Yo habito en la altura y la santidad,
pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu,
para reavivar el espíritu de los humildes
y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Porque así dice Jehová:
«He aquí que yo extiendo sobre ella
la paz como un río
y las riquezas de las naciones
como un torrente que se desborda;
y mamaréis, en los brazos seréis traídos
y sobre las rodillas seréis mimados.
que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados;
perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos.
Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día,
pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;
no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar,